Tremulosos guiños

lunes, 16 de julio de 2012

NEW GIRL

Aunque tenga una entrada cabizbaja a medio hacer en el cajón de entradas borrador, me he permitido el lujo de pasármela por el arco del triunfo y comenzar una nueva. Que para eso me pagan.
Mientras me exorcizo escuchando a Shostakovick me pregunto que buenas nuevas puedo traer a este nuestro blog, y como si nada la respuesta me viene sola: Almería.
Almería este pequeño y sinuoso desierto a pie de las montañas (que cada vez se van más a pique para construir nuevos pisos que jamás se venderán). A pesar de todo, ciudad que conocí en mi preadolescencia tardía, mi adolescencia complicada y mi juventud psicópata. Así que la quiero.


¿Esto es sufisientemente Jackass?

Quizá contando mi breve y paradójica historia "Coro y su habitat en Almería" podáis entenderme.
Yo me críe con mi caravana futurista por bandera, sacada del mismo que fabrico el coche de Batman. Así mis padres como buenos culos inquietos decidieron adentrarse en un mar de aventuras (y nunca mejor dicho) e irse a vivir a Canarias, donde el ritmo bananero acompañaba el preñado de mi madre (mi preñado). Allí, aparte de disfrazarme de chirigota y pasearme como si fuera el primer bebé del año en nacer (a pesar de que mi nacimiento fuera en Octubre y mi alumbramiento un mes mas tarde...una historia difícil de contar) mis padres me llevaban agradecidos por mi recuperación de parto prematuro por las paradisiacas playas dándome de comer papaya, fruta que según la mama nostra era de mi total agrado (jamas la creí). 


Alguna pregunta més?

Cuando el culo inquieto de mon père se canso de los aviones cargados de fútbolistas para ir a ver a los míos yayos, y del vaivén que producía el ritmo de vida Canario: decidió marcharse a la península...pero, ¿a un sitió cerca de la tierra que los vio nacer junto a su familia quizás?. No. A Barcelona, a 120391820391823091820391283019283 km para ser exactos de nuestro querido desierto árido. Allí, comprendí el misterio de la supervivencia, en una guardería en la que nos obligaban a echar la siesta como de un campamento militar se tratase acompañándome siempre el recuerdo confuso de poseer en mi casa una habitación atascada de pelotas (¿quizá por mi extraña obsesión con las bolas y pelotas de todo tipo a esa edad?).
Mis recuerdos de Barcelona son confusos, solo recuerdo a Deniss ese extraño niño que me acosaba e intentaba hacerme reír bajo todo pronóstico, mi experiencia disfrazándome de arlequín y pegándome con una niña que tenia rizos de color oro puro con ojos de loca (preocupante en una edad tan temprana), mis meriendas en casa de las titas gordas (parientes lejanos encontrados allí, de los cuales hicimos un gran mundo) pero sobre todo... el comedor de la guardería, y el desprecio que imaginaba sentir en aquel lugar. Años mas tarde mi madre me explico que tan solo iba al comedor una vez a la semana y se trataba del viernes, porque debía ocuparse de mi hermano recién nacido (jamás la creí). Para mi, todos los días eran comedor.


Mi apresurado recuerdo de la guardería


Como era en realidad

He de mencionar que hubo un mágico momento en el que me arranqué por bulerías, y parle catalá proporcionándole a mi madre grandes momentos de risa supina, que más tarde ha ido contando como anécdotas familiares allá donde hemos ido.


La cuina de la meva mare

El día que mis padres empaquetaron toda la casa y se subieron a la caravana de Batman para poner un nuevo rumbo, grité hasta la saciedad imaginándome un universo lleno de unicornios y colorines allá donde quisieran poner el huevo mis progenitores. Mi próximo destino fue: Elche (Alicante). Mi vago recuerdo del primer contacto con Elche fue acostarme en una habitación de payasos de nuestra casa primeriza de alquiler (de ahí que me produzcan escalofríos).
Mi vida en Elche es considerada y recordada como una infancia muy feliz. Donde acostarse a las 8 y media de la tarde era lo normal, mi hermano y yo nos pasábamos la tarde en el parque y el colegio de monjas me hacia ser una chica de lo mas inocente y risueña.
Allí comprendí lo divertido que era jugar al pilla pilla con bicis hasta que a mi hermano le tuvieron que dar puntos en la frente por ello, comprendí que decir "yo no he sido" podía librarme de un ostión a tiempo, que comer bocadillos con peluca puede ser peligroso (por casi morir ahogada con el mendrugo de pan liado a un pelo de plástico en mi garganta) y que el piano era mi mayor tesoro (apuntándome a clases en un principio por mero aburrimiento).


Yo no he sido lo juro

En ocasiones, he sido mala a pesar de que las monjas instruían en mi interior un verdadero angelito. Robar en el mercadillo de final de curso de las mayores para su viaje de estudios, amenazar a mi hermano con tirar su muñeco por la ventana o simplemente travestirlo de mujer o de San José (si, el marido de la virgen) para hacer shows en vivo en mi salón, no han sido del todo acertados por mi parte. Igual que el día que comencé a pintar las paredes de mi habitación con un plastidecor porque "quizás ese color quede bien mamá". Pero en otras ocasiones he sido toda una artista y me he subido a los tablaos representando al protagonista en una compañía de teatro de niños pequeños. "El príncipe Clavel". O tocado toccatas y fugas en numerosos escenarios con miles de ojos mirando mi desasosiego.
Siempre recordaré a todos mis amigos de allí, y todo lo que viví. Aunque sea el terrible trauma de cuando un jardinero que cuidaba las palmeras del colegio (ese colegio era igual que el bosque del señor de los anillos) nos trajo gatitos para que los viésemos y jugáramos con ellos, infundandose mas tarde la leyenda urbana que era para "que nos despidiéramos de ellos, pues el loco del jardinero Willy iba a ahogarlos en un báter". Historias que yo me creía por completo.


No maté a ningunos mininos, lo juro

Me gustaba vivir allí, hablar en Valenciano e irme en verano a una isla en un barco submarino que había frente a Santa Pola. Pero la distancia de mis abuelos fue insoportable para mi y mi familia, volviéndonos a nuestro dulce hogar Ilicitano (de Elche) berreando durante una semana por echar de menos a la aguelita y sus churros. Así pues, mi padre apresurado se pidió el traslado a nuestra querida patria y tras no se cuantos años viviendo allí, llegue a Almería muy fisna y muy correcta donde poco a poco hicieron de mi un macho cabrío.
¿Como lo consiguieron? obligándome a jugar al fútbol en el colegio, aprender que cuando un niño te quiere te pega (A ESA EDAD), y por supuesto a que las niñas se peleen contigo sin motivo cuando un chico esta de por medio (si, a la tierna edad de 10 años cuando yo aun jugaba con las muñecas y no sabia lo que era un cunnilingus).
Al llegar al instituto esto no cambio, repitiéndose el mismo canon, solo que ahora las notas y el estudio también influía.
Mi sórdida ida de cabeza en 4º de E.S.O quedándome casi todo el primer trimestre alarmo a mis padres de que algo malo estaba ocurriendo en mi: me enamoré.


MAMÁ YO LE QUIEROH

Y poco a poco y con ayuda de mis padres, a base de buenas ostias, salí del meollo y aprendí la lección sacándome el curso.
Y así pequeños y dulces lectores, Coro fue creciendo y llegó a la adolescencia: etapa más difícil y audaz, pero eso es otra historia.

Tranquilos....
Continuará.



Coro 




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